El misterio del culo del tetrabrik y el principio de autoridad en la información
La semana pasada mi mujer recibió de una compañera-amiga del trabajo un correo de esos que ya antes había sido reenviado por otras cien mil personas. En él se adjuntaba un documento de Word que afirmaba que uno de los números impresos en el fondo de los tetrabriks hacía referencia al número de veces que se re-pasterizaba la leche. El supuesto “informe”, con sus fotos aclaratorias y todo, venía a advertirte que las compañías lecheras recogían del súper el producto a punto de caducar, se lo llevaban a la fábrica para volverlo a “repasterizar” (con un máximo “saludable” de cinco veces), lo envasaban y volvían a encasquetárnoslo. Así se “explicaba” que la leche no supiera a nada, aunque también se leía entre líneas el mensaje subliminal de que nos están dando de comer mierda para beneficio de cuatro empresarios sin escrúpulos.

A mí, de primeras, esto me pareció una chorrada, pero el caso es que mi chica me enseñó el mail y los dos fuimos a la nevera a darle la vuelta al tetrabrik. Allí ponía 7, lo que en un principio nos asustó porque según aquel correo el número máximo de “repasterizaciones” que podía soportar la leche eran 5. Pero el caso es que al final dejamos estar la historia y seguimos bebiendo leche de oferta hasta hoy.
De acuerdo, esta anécdota puede parecer una memez, pero a mi me hizo reflexionar sobre algo que en mi opinión no lo es: ¿por qué tanta gente ha dado credibilidad a una información falsa y delirante?
La respuesta es fácil: porque confiamos en la fuente que nos la proporciona, en este caso la compañera de trabajo de mi chica.
Es viejo como el mundo, pero seguimos cayendo en el mismo error una y otra vez: otorgamos autoridad a aquellas personas conocidas o con la que mantenemos una relación familiar o de amistad simplemente porque no nos desean ningún mal. Sin embargo, que alguien nos quiera mucho no significa ni que sea un profesional de cualquier sector ni que sea la persona más adecuada para fiarnos de sus opiniones.
Esta idea, que comprendemos perfectamente cuando nos jugamos el pellejo (¿te fiarías de una medicina que te recomienda tu abuela para curarte un cáncer?), nos la saltamos a la torera por cosas informaciones más “inocuas” como que la leche se pueda “repasterizar”.
Y es que, si analizamos la anécdota, resulta que una chica que trabaja en una biblioteca (la compañera de mi mujer) te envía un correo alarmista, ya a su vez reenviado otras tropecientas mil veces, en la que un documento de Word que podía haber escrito yo mismo dice alegremente, sin hacer referencias a ninguna persona, autoridad o estudio científico, que Pascual, Lauki o Carrefour te está metiendo leche caducada by the face. Por supuesto, nadie firma dicho correo ni hay ninguna dirección donde pedir más datos sobre esa “información”.
Pues bien, aunque nos cueste creerlo, este correo circula por Internet, la gente se lo cree (yo mismo comprobé el numerito por si acaso), y se lo envía a amigos y familiares para que “protejan su salud” dándole la vuelta a los tetrabriks cuando hagan la compra. Ahora entiendo por qué sigue funcionando el phising, a pesar de que me parezca increíble que alguien pueda dar su contraseña del banco tras recibir un correo escrito en español macarrónico.
Conclusión: uno de los principios fundamentales que hay que tener en cuenta cuando trabajemos con información es el principio de autoridad. Solo podemos confiar en aquella información que provenga de una fuente reconocida en los dos sentidos que tiene la palabra: que esté perfectamente identificada (por si hay que pedirle aclaraciones) y en la que reconozcamos la autoridad que otorgan años de estudio y experiencia técnica.
Esto parece de cajón de madera de pino, pero mucha gente de la calle y en las empresas le sigue dando más valor a lo que dice un coleguita que a lo que sostiene un especialista. Y no lo digo por la cantidad de correos basura que sigo recibiendo, sino también porque en mi vida profesional muchas empresas no han querido pagarme mis servicios de explorador sencillamente porque la “información” que necesitaban se la podía pasar un “enterao” que conocían, y además gratis. Seguro que un día me encuentra a alguno de esos directivos dándole la vuelta al tetrabrik en el Ahorramás.
Por cierto, me he molestado en buscar en Google “tetrabrik leche número”, y me han salido un blog (¡hay gente pa tó!) dedicadas a recopilar leyendas urbanas. Allí se analizaba este bulo de la leche “repasterizada” (originario, como no, de Estados Unidos), y se explicaba que era una soberana mentira. Y no, no estaba creyendo al primer listo que publica en Internet: esta web adjuntaba información procedente de las mismas empresas lecheras, y además yo mismito encontraba en otra web una nota de prensa de la Consejería de Salud de la Generalitat Valenciana confirmando que lo de la “repasterización” era una trola. Me puedo no fiar del de la web de leyendas urbanas, y puede que tampoco de Pascual o de Lauki, pero no fiarme de la consejería de un gobierno autonómico ya me parecía demasiado.
Al final a lo que hacía referencia el famoso numerito era a las filas en que están divididas las grandes bobinas donde vienen impresos los tetrabriks. Caben hasta 7, buf.
Etiquetas: anécdotas, explorar informacion, principios, reflexiones
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